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jueves, 18 de septiembre de 2014

Seis puntos sobre la crisis bancaria

jueves, 18 de septiembre de 2014
Los bancos siguen desempeñando un papel en el sistema, sin que por el momento, haya un sustituto
Se ha hablado mucho sobre crisis, rescates bancarios y deuda publica. Todo el mundo dice tenerlo claro, pero se dan soluciones dispares. Mientras tanto, los ciudadanos tenemos que seguir funcionando. Sabedores de la preocupación de la sociedad, algunos bancos ofrecen como valor añadido el trato personalizado al cliente y muestran sus opiniones, como el Banco Mediolanum. Pero continua existiendo confusión.

Sectores muy relacionados con el mundo económico han criticado duramente el enorme gasto publico que España estaba acumulando y señalan como prioridad la necesidad de su reducción. Por otro lado, sectores más críticos con el capitalismo replican señalando que dicho gasto era debido a los rescates bancarios. Pero de nuevo, el sector afín al mercado acude rápido a señalar un dato importante: el rescate no ha sido a la banca privada, sino a entidades controladas por políticos, como Cajas de Ahorros y filiales bancarias. No se trataría entonces de «auténticos» bancos privados.

En lo único en lo que parece que hay cierto acuerdo es en que se ha gastado dinero público en asuntos «indebidos». Sin embargo, en cuanto se ha de concretar qué es y qué no es lo indebido, o señalar a los responsables y aportar soluciones, la empanada mental es impresionante.

Agitando los mismos hechos con la mano, ambos sectores reclaman sin embargo medidas contrapuestas, a cada cual más radicales: por un lado se piden nacionalizaciones de aquellas entidades a las que se ha rescatado, y por otro, la prohibición de entidades bancarias publicas —como cajas de ahorro— debido al descontrol que han supuesto. Sin embargo, si nos apartamos de posturas dogmáticas la situación tiene otro aspecto:
  1. Tal vez llamar «banqueros» a directores ejecutivos de entidades financieras semi-públicas puestos a dedo por políticos sea excesivo, pero en cualquier caso, lo verdaderamente importante y en lo que parece que hay cierto acuerdo es que los políticos han tomado decisiones incorrectas, antes, durante y tras los comienzos de los desplomes financieros.
  2. El déficit público se debe en su mayor parte a dichos rescates. Da igual que hayan sido a entidades públicas que privadas. La cuestión es que no se ha debido a un gasto excesivo en educación, ni en sanidad, ni en desarrollo, ni en investigación.
  3. El dilema no consiste únicamente en si se nacionaliza o se rescata con dinero público un banco quebrado. El problema es si esta pretensión no se acompaña de otra de cambio fundamental en las instituciones democráticas que afecte al sistema de representación y control de los políticos que los manejarían. Desde el 15M, ambas exigencias suelen ir acompañadas. Por tanto, es absurdo prohibir las nacionalizaciones con la excusa de que «los políticos son malos». Lo que hay que hacer es ponerles límite.
  4. La principal diferencia entre un banquero y un político —o alguien que depende de ellos— es que el primero tiene su negocio en riesgo. El segundo no arriesga prácticamente nada, al menos en España. Pero precisamente por esta impunidad y prepotencia política, la sospecha de acuerdos poco transparentes entre el poder político y la banca privada se hace demasiado insoportable como para no tratarlos con cuidado.
  5. No se puede meter en el mismo saco a los bancos de EEUU junto con los de España. Sin entrar en lo que sería un largo debate sobre los pros y los contras del sistema norteamericano, la cuestión es que la situación es completamente distinta a la de España. Para empezar, los bancos de EEUU que han estado implicados en las causas de la crisis son entidades de servicios financieros. Esto es, de especulación pura y dura, negocio que apenas existe en España —por lo menos reconocido—. En este país donde el poder judicial apenas se diferencia del político y en donde se permiten instituciones como las SICAV, que sólo benefician a las grandes fortunas mientras el ciudadano es sacudido a impuestos, no hacen falta. Ya se especula suficiente con la confianza de los ciudadanos.
  6. Esta excesiva inocencia o confianza en el sistema político por parte de la sociedad, es la que nos hace a todos culpables de la actual situación, aunque sea por pasividad. Pero que seamos culpables, no es lo mismo que ser responsables. Lo son los que ocupan cargos que se supone existen para evitarnos estas situaciones, o que manejan una información privilegiada que han utilizado exclusivamente en su favor.
    Un consejo: a la hora de tomar decisiones o de valorar, la situación, no nos dejemos influir por la pelea de gallos en la que se ha convertido este asunto, como con tanta frecuencia suele ocurrir en la polarizada sociedad española.

    Enlaces:

    sábado, 16 de junio de 2012

    La crisis del disparate

    sábado, 16 de junio de 2012
    Con todo esto de la crisis actual y sus recortes para poder satisfacer la deuda «del Estado», parece que no nos acordamos que todo empezó con aquello de la crisis «del crédito» o de las hipotecas subprime. No sería de extrañar que todo fuera un desvío de atención por parte de los grandes medios para una vez más, enfocar nuestra atención fuera de los verdaderos problemas.

    Al parecer, pese a las alarmantes voces neoliberales que señalaban el despilfarro del Estado como el problema,  el reciente rescate al sistema financiero Español viene a demostrar cuál era su auténtico origen. El que en la legislatura anterior calificaban como el «sistema bancario más fuerte del Mundo» ha acabado desplomándose, en otra clara "zapaterización" de la realidad que imita a marchas forzadas el actual presidente del gobierno.

    Sin ánimo de sumergirse en aburridas y técnicas cuestiones económicas, el problema se podría resumir de forma muy breve de la siguiente manera: el origen de la deuda de un país puede ser pública (la contraida por el Estado) o privada (por entidades privadas). Y esta deuda puede ser interna o externa. La que está causando la crisis actual (y al decir actual es la de los últimos meses, o semanas), es la deuda del Estado o deuda pública. De ahí las voces alarmistas que aclaman una reducción del gasto público. Pero lo que ignoran de forma bochornosa estas voces es que gran parte de esa deuda pública ha sido contraida debido a las inyecciones de capital para los rescates bancarios, como viene sucediendo desde la creación del FROB, con Zapatero de presidente. La deuda pública es debida en gran parte a satisfacer la deuda privada. En este sentido encuentro incomprensible que desde los representantes de algunos grupos defiendan un «recorte profundo, radical y veloz del gasto público». Un poco exagerado, ¿no?

    Está claro que el gasto público en asuntos como el patético «Plan E», no han servido para nada. Y está claro que es admisible criticar muchos aspectos de cómo funcionan la sanidad pública o el gasto en educación, pero lo cierto es que aunque pudieran considerarse como un problema, no son las causantes de la crisis. Y en todo caso, también habría que considerar otros aspectos como los gastos de los cargos publicos en sueldos, coches y todo un sin fin de privilegios que aunque tampoco son causa de la crisis, pueden y deben ser, objeto de crítica. Y esto sin hablar de la corrupción, que merece un trato aparte.

    Y el problema de la deuda privada no es por su tamaño, si no por la capacidad de líquidez o capacidad para satisfacerla dentro de los plazos. Esto significa que aunque un país como Alemania tenga una mayor deuda, tiene sin embargo una mayor capacidad para devolverla. Esto es, es más productivo. Esto significa que su PIB (producto interior bruto) es mayor, y posee por tanto una mayor capacidad de autofinanciación como país.

    Las formas por las que un Estado puede financiarse y saldar dicha deuda son básicamente (fuente: Wikipedia):
    1. Impuestos y otros recursos ordinarios (precios públicos, transferencias recibidas, tasas, etc.).
    2. Creación de dinero, mediante un proceso de expansión monetaria.
    3. Emisión de deuda pública.
    La emisión de deuda pública en forma de bonos, letras y productos de este tipo, no está teniendo mucho éxito debido a la falta de confianza e interés de los inversores. La creación de dinero se ha de descartar, ya que con la unión monetaria esto no es posible (por este motivo se está llegando a hablar de la salida del € de paises como Grecia), salvo que como ha ocurrido, la propia Unión Europea se haga cargo de la cuestión bajo una serie de condiciones. El problema es que la única sálida que les queda a estas contrapartidas para poder exigir la devolución de la deuda es la nº1, o sea, la financiacion a costa de los ciudadanos, en la que no podemos esperar que nuestros representantes políticos aporten mucho de su propio trabajo.

    Por tanto, para que nuestras empresas tanto públicas como privadas sean más productivas y podamos tener una mayor capacidad de devolución sin necesariamente tenerlo que coger de sueldos o impuestos, lo necesario es una mayor inversión en investigación y tecnología, así como en educación, justo lo contrario que se está haciendo o que se va a hacer, que son recortes en I+D+I y bajar los sueldos a los trabajadores (aunque bien es cierto que esto es un plan a largo plazo).

    En definitiva, para que el Estado pueda devolver una deuda de la que no es causa, ha de recurrir a los que se supone que somos sus soberanos (de ahí lo de deuda soberana), aunque carecemos de dicha capacidad para tomar decisión alguna, salvo en la de elegir a los que ahora toman estas medidas, controlados por la Unión Europea. Un auténtico disparate.

    Mas información: enlaces sobre la crisis