lunes, 6 de mayo de 2013

Las claves de la política

lunes, 6 de mayo de 2013
«La libertad no hace felices a los hombres; los hace sencillamente hombres.»
Manuel Azaña (1880-1940), político español


Rajoy, en actitud improcedente, dada la situación
Según el reciente «barómetro» del CIS, la clase política ha pasado a ser uno de los mayores problemas que preocupan a la sociedad, por delante incluso del terrorismo. La Corona, día sí y otro también, aparece en los medios relacionada con asuntos turbios. En la Unión Europea, países como  Grecia o Chipre están siendo prácticamente expoliados por la llamada «Troika», sin importar las consecuencias sociales de las medidas que se adoptan. Todo, para solucionar una deuda contraída en tiempos en los que los políticos utilizaban la demagogia para prometer un progreso falso, que muy pocos durante aquel tiempo se preocuparon, o no se atrevieron, en desmentir.

¿Es esto normal? ¿cómo es posible que todos los políticos en prácticamente cualquier país sean considerados una lacra social? ¿para que sirven las instituciones públicas políticas? ¿qué hace Europa?

Me niego a dar explicaciones del tipo «no gobiernan los míos». Así es como llevamos haciendo en España durante más de 30 años, para acabar como estamos ahora. Como ciudadano, he intentado deducir a modo de tres puntos concretos, cuales son esas claves de la política que nadie se ha preocupado en contarnos. Vean qué les parece:
  1. Para que uno mande, ha de haber otros que le obedezcan: 

    Puede parecer una perogrullada, pero creo que la gran mayoría de las veces nadie, o muy pocos, se dan cuenta de esta circunstancia. El cacique del pueblo, el político corrupto, el sindicalista aprovechado o el empresario borde y sin escrúpulos, están en sus puestos gracias a que tienen al suficiente número de gente que le ríe las gracias y les hace los favores. Es la consecuencia de no saber hacer nada más, que cambiar el color del cacique de turno.
  2. Cualquier persona defenderá en primer lugar, sus propios intereses.

    Es completamente normal que cualquiera de nosotros defienda sus propios intereses, los de su familia o tal vez, los de su entorno más cercano. Se tiene la peculiar creencia de que una persona, sólo por estar puesta a dedo en un cargo público por el partido que hemos votado, no va a hacer exactamente lo mismo. Luego la gente se sorprende, pero lo cierto es que no tenemos el más mínimo control sobre las personas que están al frente del Estado. Un político cualquiera defenderá con uñas y dientes su modo de vida. Mentirá si es necesario, y utilizará todos los medios que los ciudadanos pagamos con nuestro dinero, para colocar a sus familiares, amigos y personas que le convengan. Como haríamos cualquiera de nosotros si las cosas se pusieran difíciles.
  3. La necesidad y la libertad son opuestas, aunque complementarias

    El altruismo se da principalmente cuando las personas que lo realizan, tienen todo lo que cada uno entienda por necesidad, satisfactoriamente cubierto. Muy difícil será que, por el punto anterior, una persona decida sacrificar algún aspecto de su trabajo o los estudios de sus hijos, para que sean otros los que lo disfruten.

    Las personas decidirán en función de sus necesidades, cuanto mayor sean estas. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. El lado malo es que su decisión estará condicionada a su situación particular, y por tanto, no será válida para otras personas en otras situaciones. Una persona con necesidades no debería según esta premisa, tomar decisiones políticas. El lado bueno de la necesidad es que ésta, es un punto de conexión muy fiable con la realidad. Toda persona con necesidad sufre directamente las consecuencias de sus decisiones, o las decisiones de sus representantes. Por tanto, la relación entre los grados de libertad y los factores que crean necesidades a nuestros políticos, es un pilar básico del que depende todo el sistema.

El «mandato representativo» que la actual Constitución Española otorga a nuestros diputados, cumple la función según dice nuestra Carta Magna, de dotarles de «libertad de elección». Si esto fuera así sería estupendo. El problema es que esto no se cumple, ya que esta supuesta libertad de voto se ha convertido en «esclavitud de partido», al ser estos diputados elegidos por los respectivos jefes, teniendo con ellos una relación de sumisión descrita en los puntos anteriores.

Por tanto, dicha «necesidad» de agradar para permanecer en su puesto, es muy «efectiva» para seguir al pie de la letra las ordenes de su grupo político, pero quedando estas al margen de las necesidades reales de los ciudadanos, que no pintan nada en este asunto. Que los representantes han de tener una capacidad económica holgada para que sus decisiones no estén condicionadas por sus necesidades en este campo, es correcto, pero las necesidades y las consecuencias de sus decisiones políticas deberían estar sometidas a juicio de los ciudadanos a los que representa, no a los de sus jefes de partido.

Merkel, celebrando la supremacía germana
Mientras tanto Europa, no es más que una reunión de líderes políticos que pugnan por el poder que ellos mismos se han inventado. Pueden hacer lo que quieran con los Estados a los que representan, si estos les dejan. Merkel, si tiene que rendir cuentas a alguien no es a Europa, sino al Tribunal Constitucional de su país. No tiene la culpa de que los gobiernos del resto del continente modifiquen su constitución y acepten los acuerdos que les proponen. Lo que sí que tengo muy claro es que estos acuerdos que tomen, serán los que más les convengan a ellos. ¿De verdad esperaban otra cosa?

Enlaces:

viernes, 5 de abril de 2013

¿Monarquía o República?

viernes, 5 de abril de 2013

La Historia de España, sobre todo la más reciente, ha marcado de tintes ideológicos cada uno de estos conceptos, siendo muy complicado evitar la asociación monarquía-derecha/república-izquierda. Sin embargo, repúblicas como los Estados Unidos o Alemania, difícilmente se pueden asociar exclusivamente a la izquierda. El problema, pues, parece ser interno.

Para que la sociedad pueda decidir sobre este asunto, sería conveniente resolver primero esta confusión. Que se den estas asociaciones tan simplistas aún hoy en día, es seguramente reflejo de un problema endémico que se arrastra. Nunca se ha hecho frente a esta disyuntiva, ya que cada vez que ha surgido una nueva constitución o ha caído una monarquía, las cosas han venido dadas para el pueblo.

Éste, se ha encontrado con tener que aceptar noblezas aristocráticas en las monarquías, o castas oligárquicas en las repúblicas. Nuestro problema no es realmente la forma de Estado, sino el llevar arrastrando una sociedad basada en el caciquismo. Quitar a un rey para poner en su lugar a una «estirpe» de políticos que va a ocupar el cargo de máxima autoridad del Estado, sin que existan mecanismos de control y equilibrio que regulen un poder idéntico al de un monarca, no hace más que continuar el problema.

La Transición es otro más de esos pasos inacabados en los que determinados poderes volvieron a decidir por el pueblo en lo más importante. El Rey cumplió un papel fundamental en aquel periodo histórico, en el que según dicen algunos expertos, la sociedad no estaba capacitada tras el sufrimiento de más de 40 años de enfrentamiento en la Guerra Civil y el resentimiento de la dictadura, todavía sin superar. Y probablemente fuese cierto.

Pero pasados ya más de 30 años desde entonces, nunca parece estar preparada la sociedad, ni se hace nada para que así sea. Mientras en otros países la monarquía no es más que un recuerdo del pasado, en España el motivo principal para justificar esta institución continúa siendo el mismo: que la sociedad «necesita» la figura de un Rey.

El problema surge cuando esta institución se ve envuelta en escándalos bochornosos y su «función» parece consistir en aprovecharse de la ignorancia en la que se mantiene a la sociedad, a la que debería servir.

No se trata de discutir sobre la forma de Estado, ni de dudar de la importancia que en el pasado tuvo la figura de la monarquía. Se trata de identificar y solucionar aquellas trabas que impiden que la sociedad tenga la madurez suficiente como para poder decidir. La misma madurez que hace que esta figura, de una vez por todas, deje de ser necesaria.

Nota: este texto se redactó hace pocos días para colaborar en un proyecto de graduación, a petición de  una de sus participantes (antes de los recientes sucesos relacionados con la Infanta Cristina)
Más información en: woMet - Metropolitan Women's Magazine (@wo_Met)

sábado, 9 de febrero de 2013

El futuro lingüístico

sábado, 9 de febrero de 2013
¿Quienes deben determinar el nombre de la lengua que se habla en Valencia y su normativa, políticos o científicos?:
«ni los unos ni los otros tienen nada que decir al respecto. Pero menos que nadie, los científicos. Es un asunto en el que sólo tiene que decidir la gente.»
Noam Chomsky
(Entrevista en "El País", 1998)

Asistimos a un momento en el que conceptos hasta ahora completamente inamovibles comienzan a ser cuestionados. El dinero, la economía, la democracia, los sistemas políticos y las fronteras que delimitan unos territorios que en la era global de Internet, van perdiendo cada vez más su sentido. Sin embargo, el hecho de que todavía exista gente que desee aferrarse a los cada vez más obsoletos paradigmas para conservar su Status Quo, provoca que la sociedad se polarice en un esquema muy similar al de las revoluciones: unas minorías favorecidas por el sistema, frente a unas mayorías que, por unos motivos que evolucionan según la época, cada vez lo rechazan con más fuerza.

A este ritmo, es muy probable que las actuales fronteras dejen de tener el significado que hasta ahora han tenido. Puede que tal vez en estos momentos, sin que nos hayamos dado cuenta, sean conceptos mucho más maleables y arbitrarios de lo que pensábamos. La soberanía de los países ha cambiado de manos. El pueblo sigue igual, pero las jerarquías cambian. Los nacionalismos lo saben bien, por eso quieren explotar esta  arbitrariedad para lograr sustituir una jerarquía por la de ellos, sin que el resto cambie significativamente. Las leyes, las instituciones y las lenguas, de forma similar, ya no son redactadas y reguladas acorde a los mismos criterios. La división idiomática, cede terreno a favor de lenguas francas como el inglés o el español (el chino se circunscribe a China, por lo que a pesar de ser de las más habladas, no tienen ese carácter ínter-cultural).

Según Noam Chomsky, aclamado y reconocido lingüista conocido por su activismo político, el concepto de «lengua nacional» es relativamente moderno. Probablemente se refiere a el, como un "efecto colateral" del surgir hace unos escasos tres siglos, de las actuales naciones-estado políticas. En España, fue la  dictadura franquista la que explotó de forma significativa esta identificación de lengua-nación, siendo los actuales nacionalismos los que continúan «la tradición».

¿Continuarán las lenguas entendiéndose como cotos cerrados regulados por jerarquías endogámicas?. ¿Volverá el pueblo a decidir sobre ellas, tal y como hacía en la antigüedad, cuando las lenguas no eran necesarias para evidenciar las diferencias?. ¿Continuarán las lenguas siendo utilizadas con propósito diferenciador y excluyente?

El futuro como siempre, tiene la respuesta.

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sábado, 12 de enero de 2013

Los nacionalismos

sábado, 12 de enero de 2013

 

(hace aprox. 150 años)

waving_flagLas monarquías llegaron al poder al lograr en su momento demostrar sobre el campo de batalla, que poseían mayor dominio estratégico militar y logístico que sus competidores. Posteriormente, ya sin competencia, se mantuvieron en el poder por monopolizar la acción coactiva de los estados monárquicos o imperiales. Esta perdida de legitimidad cada vez en mayor aumento, originó las revoluciones sociales de los siglos. XVIII~XIX y   principios del S. XX, que acabaron con la mayoría de ellas, o las forzaron a adaptarse a la nueva situación.
 
Con la creación del concepto de nación-estado(1)(4) basado en un sistema legal de derechos en lugar del autoritario por descendencia de las monarquías(2), se abría la posibilidad de la discrepancia. Aprovechando esta perdida de poder(5), viejas reivindicaciones de causas perdidas fueron sacadas a relucir por determinados grupos de interés. De esta forma, la Historia tal y como había llegado a nuestros días ya no era válida, y comenzó a reinterpretarse para poder justificar la apertura de antiguas heridas.
 
Los nacionalismos en general, utilizan de forma caricaturesca e incongruente la simbología y señas de las naciones primitivas medievales, al reivindicar con ellas la creación de Estados políticos modernos, sin pasar por el proceso social y político correspondiente. O peor aún, obviando e ignorando el proceso político por el cual ya se pasó, pero con distinto resultado. Estos, así como otros nacionalismos que aprovechan un resultado histórico más favorable al tener un Estado que sea compatible con sus pretensiones, pretenden legitimarse en ellos sin pasar por los filtros sociales adecuados, excluyendo a las opiniones criticas.
 
Principalmente, el periodo de La Reconquista es explicado de forma que se atribuye al fruto de aquel convulso periodo histórico, una especie de «destino preestablecido». Los sentimientos nacionalistas actuales son el resultado de desear otorgar a toda aquella lotería de la Historia, un significado especial y predeterminado. En algunos casos se llegan a auto-considerar como «el pueblo elegido». Igualmente, la guerra civil que supuso la disputa por la sucesión del Jefe de Estado (Guerra de sucesión Española), es entendida como un enfrentamiento entre Estados independientes(3). Las diferencias podrían haber tenido como resultado una secesión, pero no era esa la pretensión inicial. Finalmente, para bien o para mal, el resultado fue el que conocemos.
 
Naturalmente, de la misma forma que se crearon las actuales fronteras debido a un proceso histórico más o menos arbitrario, podrían proponerse otras igualmente válidas. Pero para ser admisible una modificación política (y no cabe duda de que es necesaria alguna), la propuesta debería mejorar el actual sistema que critican. Nada de eso se vislumbra, más bien al contrario, se aferran a cargos cuya legitimidad bebe de los mismos preceptos que manifiestan aborrecer.
 
La autoridades políticas pretendientes de las jefaturas de los Estados propuestos, utilizan de forma conscientemente anacrónica mecanismos similares a los de las antiguas tribus, en cuanto a basar su legitimidad en el temor a peligros fuera del ámbito cultural de la «nación». La diferencia es que en el entorno completamente domesticado actual, aquellos ancestrales peligros ya no existen, debiéndose de inventar otros adecuadamente.
 

Famoso vídeo obtenido de un programa de la TV3, en la que la política Pilar Rahola se enfrenta a las incongruencias y reducción al absurdo de sus razonamientos nacionalistas, personificadas en un modesto e inteligente ciudadano del Valle de Arán. (fuente: You Tube)

 
De esta forma, las lenguas son utilizadas como punto de apoyo sobre el que sustentar las diferencias imaginarias necesarias respecto al entorno, por autoridades que para beneficio propio particular, logran su posición gracias al mismo sistema que critican y que repudian, cuyos antepasados paradójicamente, colaboraron en crear.
 
El pueblo, confundido por un mensaje envuelto de modernidad, pero con un trasfondo tan antiguo como el Ser Humano, sucumbe y forma bloques culturales homogéneos excluyentes, regulados y estandarizados bajo criterios e intereses exclusivamente políticos. En este escenario, el rechazo, la división, el victimismo y el enfrentamiento, son la norma.
 
Se pervierte de esta manera, la capacidad comunicativa del ser Humano para poder formar lazos de hermandad, de cooperación, de colaboración, que permitan incluso la competitividad bajo reglas establecidas colectivamente. El nacionalismo es otra forma por la que los políticos evitan que la sociedad se organice igual y libremente. Es otra forma de lograr hacernos creer que les necesitamos.
 
Continuará en Ensalada de lenguas (VI): El futuro lingüístico
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(1) El primer estado-nación surgió del Tratado de Westfalia (según fuentes) hace más de tres siglos, pero la evolución de los mismos hacía el concepto actual no comenzaría hasta después de la revolución francesa, entrado ya el S. XIX (fuente propia)
(2) Feudales inicialmente, y aristocráticas en su evolución posterior.
(3) Aunque podría hablarse de dos Estados diferenciados (Coronas de Castilla y Aragón), estaban unidos políticamente en un régimen de tipo federal. Una de las soluciones en caso de no llegar a acuerdo podría haber sido una separación en dos estados independientes, pero no se partía de esa situación ni era esa la pretensión inicial de los disconformes.
(4) En el caso español, la creación del concepto estado político moderno de la actualidad se originó tras la Guerra de la Independencia Española contra la Francia de Napoleón, de forma coetánea al resto de naciones-estado europeas.
(5) La perdida de poder y legitimidad de las autoridades políticas españolas frente al inicio de los nacionalismos llamados «periféricos», se puede establecer tras la Guerra hispano-estadounidense en el 1898, con derrota española y el surgir de la llamada «Generación del 98» de escritores.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Auge y caída del Imperio

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los siglos de oro (hace aprox. 500 años)

Prtada de Tirante el Blanco 1511Como es bien sabido, el matrimonio de los Reyes Católicos significó la unión política de los principales reinos de la península. Con la Conquista de Granada llevada a  cabo por estos monarcas, finalizó la presencia musulmana en la misma (hecho que es escogido por la historiografía nacional-católica como una de sus principales señas de identidad nacionalista)

No obstante, esta unidad política tenía ciertos matices, ya que las Coronas de Castilla y Aragón mantenían de forma independiente sus propias estructuras, leyes y normas internas. El latín se había relegado al ámbito religioso, y se habían comenzado a utilizar las «lenguas vulgares» para textos legales. Naturalmente, en un mundo en el que para ir al pueblo de al lado se tardaba un día entero, la evolución de estas transcurrió de forma bastante independiente al dejar de existir una referencia legal homogénea que sirviera de base, tal y cómo había sido el latín.

A grandes rasgos se puede decir que las diferencias lingüísticas fueron acentuándose con el paso del tiempo, hasta que llegó un momento en el que no pudo evitarse señalar las diferentes variantes lingüísticas de la península en función de su origen. Cervantes y otros autores mencionan las lenguas habladas en Portugal, Valencia, Cataluña, Castilla, Galicia, etc., además del vasco, que permanecía aislado durante todos estos siglos.

Un factor importante desde el punto de vista lingüístico, es que la estabilidad política conseguida tras varios siglos desde la caída de Roma, proporcionaron el desarrollo cultural y literario necesario que marcaría el inicio de la definición de los idiomas tal y como hoy los conocemos. El surgir de una literatura importante, el desarrollo de la imprenta, y la mejora de las comunicaciones (logísticamente hablando), haría que las lenguas que lograsen dicho estatus se expandieran y lograran reconocimiento fuera de las fronteras de la «nación» de origen. Este es el caso del Siglo de Oro Valenciano, cuya literatura ha sido utilizada artificialmente siglos después por el nacionalismo catalán, como base para definir su estándar lingüístico. El descubrimiento de América y la expansión del castellano (la variante del latín con la que se denominaba la lengua de la Corona de Castilla) propició el conocido Siglo de Oro Español, que estableció las bases de la literatura moderna(1).

La unidad de La Corona (hace aprox. 300 años)

Xàtiva. Almodí. Felip V i cadira (puesto del revés)
Con Carlos I (y V de Alemania), el Imperio Español disfrutó de la mayor gloria que cualquier otro imperio en la Historia haya conocido. Todo parecía ir relativamente bien(2) hasta que surgió el problema de la sucesión de Carlos II. Al no dejar descendencia, las diferencias entre los posibles aspirantes al trono y sus seguidores (y no ocurrírseles otra forma de dilucidar el problema) acabaron en una guerra civil en la que participaron en apoyo de los diferentes bandos, varios países del entorno europeo.

Antes de continuar, es necesario un pequeño paréntesis y volver a La Reconquista: los conflictos dinásticos o sucesorios que se sucedieron en la península en este periodo fueron en su mayoría de tipo diplomático, que acababan normalmente en forma de matrimonio(3). Además, los enfrentamientos militares entre señores feudales se llevaban a cabo con la participación de mercenarios a su servicio. El resultado en ambos casos consistía en la anexión o unificación política del territorio. En definitiva, se puede decir que por regla general, en la Reconquista los conflictos entre la nobleza no perjudicaban a la población, ya que el vencedor resultaba fortalecido y la estabilidad política mejorada, resultando beneficioso para sus intereses.

Sin embargo, en la Guerra de Sucesión Española se dieron varios factores que la diferenciarían de los anteriores enfrentamientos, y que es necesario analizar para comprender sus implicaciones posteriores:

Los motivos de la disputa fueron que la dinastía Borbón, originaria de Francia, pretendía de forma similar a aquel reino, unificar políticamente las dos coronas de Castilla y Aragón que mantenían sus diferencias internas, adoptando ambas el modelo de la Corona de Castilla. La estructura de la Corona de Aragón era de tipo federal (favorable al Archiduque Carlos de Austria), al contrario que la de Castilla que era centralista(4). Esto significaba que con la dinastía Borbón, las «naciones» inscritas en la Corona de Aragón perderían sus «fueros». Dicho de otra forma, perderían soberanía o autonomía.

Una de las consecuencia de esta situación es que el pueblo tomó parte o sufrió las consecuencias de este conflicto, de una forma más acentuada que en ocasiones anteriores. El bando perdedor lo hizo en algo más de una guerra. Sus leyes y su autogobierno, fruto del desarrollo histórico de siglos, se perdieron en un conflicto armado en la que los vencedores no poseyeron la legitimidad necesaria, tal y como debía ser percibida por los afectados. Por añadidura, algunas poblaciones sufrieron el castigo abusivo de Felipe V, al someter bajo pasto de las llamas a poblaciones enteras, como el caso de Játiva, solo por al apoyar al bando contrario.

Otra de las consecuencias de esta falta de legitimidad, es que al contrario que en la Reconquista, el pueblo no adoptó la lengua del poder político y continuó domésticamente (de forma similar al mozárabe) con sus lenguas locales propias. En definitiva, aunque la situación legal de un habitante de los territorios que apoyaron al bando perdedor no difería de la de cualquiera de otra parte, la perdida de capacidad para la autogestión era una falta que sólo podía comprender quien la había disfrutado.

Precisamente, en un intento por emular situaciones anteriores en la que el poder político marcaba las pautas lingüísticas, una de las nuevas normas que estableció el nuevo dirigente fue la unificación y oficialización idiomática. El problema es que lo que en aquel momento parecía una buena idea al elegir al castellano como base para la lengua oficial, posteriormente se ha convertido en una fuente continua de problemas. El español, nombre como internacionalmente se denominaba al castellano gracias a su expansión por el continente americano, reconocido y hablado en otras cortes europeas como símbolo de distinción, nunca fue aceptado completamente como lengua propia en los territorios que habían apoyado al bando perdedor, por los motivos mencionados. La creación de la R.A.E. y su intento de hacer de la Lengua Española una lengua franca para todas las regiones de España; así como del resto de países de habla hispana a través de sus respectivas academias; no ha llegado a convencer al suficiente número de gente.

La posibilidad de participar en los beneficios de la colonización de América, hasta ese momento no permitida para los habitantes de la Corona de Aragón, hizo que las oligarquías locales aceptaran la derrota y calmaran los ánimos de la población bajo su influencia, en los siglos venideros. La posterior perdida definitiva de las colonias a finales del S. XIX provocó que determinados intereses políticos de estas oligarquías removieran estos antiguos sucesos, con otras motivaciones e interpretaciones diferentes, de aquellos hechos históricos.

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(1) El galaico-portugués, nombre con el que se denomina en la actualidad a la variante del latín que en su día se hablaba en lo que hoy en día es Galicia y Portugal, tuvo también su momento de esplendor gracias a Alfonso X «El Sabio», que además de impulsar la lengua castellana lo hizo también con lo que posteriormente se convertiría en dos lenguas diferenciadas debido a la desunión política, aunque algunos filólogos continúan considerando su unidad lingüística.

(2) Carlos I se tuvo que enfrentar a dos rebeliones en Cataluña y Portugal, debido a discrepancias relativas a continuar sufragando sus campañas militares, gasto que cada vez era mayor y que a la postre dificultó el desarrollo interno español, al no destinar dichos recursos económicos a otro tipo de inversiones más productivas.

(3) La mayoría de anexiones territoriales lo fueron por acuerdos matrimoniales que contaban con el visto bueno papal, imposibles de ocurrir con el entorno musulmán por motivos obvios. Debido a esto, la reconquista es entendida más como un conflicto religioso que por pretensiones territoriales, aunque finalmente la tendencia natural a expandirse y la dificultad para establecer otro tipo de negociaciones, provocasen que finalmente fuera la lucha armada la que decidiese la situación

(4) En este sentido, este conflicto guarda un gran paralelismo con la Guerra Civil Norteamericana, excepto que en el caso norteamericano si que hubo pretensión de secesión (separación), situación que estaba contemplada en el acuerdo de confederación

jueves, 20 de diciembre de 2012

De aquellos polvos, vienen estos lodos

jueves, 20 de diciembre de 2012

Llegan los bárbaros (hace más de 1500 años)


Fíbula aquiliforme (M.A.N. Madrid) 01La Europa con la que las tribus centro-europeas se encontraron tras la caída de Roma, poseía unas características únicas respecto a otros periodos históricos y zonas geográficas. Es importante por tanto, prestar atención a la situación político-cultural de aquel momento:
  1. Desaparición del Estado Romano. Queda mucho tiempo para llegar a las fronteras políticas actuales. Europa es un continuo organizado en señoríos feudales de tipo militar.
  2. Existencia del latín como lengua «formal» (documentos religiosos y/o legales)
  3. Existencia de incipientes variantes del latín o latín vulgar, como lenguas locales a consecuencia del contacto con las tribus bárbaras, sin identificaciones claras respecto al territorio ni denominaciones específicas de las mismas, debido al continuo cambio de las fronteras por temas de uniones y separaciones dinásticas tribales (feudales).
  4. Inteligibilidad notables entre estas lenguas gracias a su cercano parentesco con el aún vigente latín.
  5. Ausencia de regulación en materia lingüística debido a la inexistencia de un poder político estable.
  6. Existencia de una misma y primera religión monoteísta en la Historia, con un residuo del antiguo poder político romano centrado en El Vaticano, y el Papa como un equivalente del César (cesaropapismo).


Hablando en cristiano (hace 1200 años)

Mosque of Cordoba SpainEn estas condiciones, apareció un nuevo personaje en escena: el Islam. A grandes rasgos, los musulmanes tenían muchas similitudes con la Roma cristiana. Salvo la obvia diferencia de tener otro mesías, el Imperio Musulmán aunó a diferentes pueblos y los comunicó entre ellos gracias al árabe, lengua en la que está escrito el Corán y gracias a la cuál se pueden comunicar todos los musulmanes, incluso hoy en día.

Llegaron a establecerse en prácticamente toda la península Ibérica, a excepción del norte montañoso de la misma. A tenor de los escasos pero evidentes registros documentales, el pueblo nativo no llegó a adoptar el árabe en su totalidad más que como lengua legal, continuando domésticamente («en la intimidad») con las lenguas derivadas del latín, aunque con una gran influencia del árabe. A este fenómeno se le conoce como «lengua mozárabe», que se da con mayor acuse en las zonas en donde más tiempo duró el establecimiento musulmán. En concreto, Andalucía y la zona sur del Levante.

Probablemente por este motivo la expresión «hablar en cristiano»(1) que ha llegado hasta nuestros días, parece recordar la gran similitud e inteligibilidad entre las variantes del latín que se formaban en Europa, y su diferenciación con la cultura distinta que se estableció en el sur del continente, con la que no llegó a fusionarse. Todavía en este periodo histórico no había surgido la necesidad de denominar a la lengua propia, más que como una diferenciación muy gruesa de otra  distinta coetánea.

Esta diferenciación podría interpretarse como una falta de adaptación a la cultura musulmana, tal vez por resultar demasiado ajena a la europea, a pesar de los ocho siglos que los musulmanes ejercieron su influencia.

La Reconquista: de aquellos polvos, vienen estos lodos (hace más de 500 años)

Guerreros cristianos y musulmanesPor unos motivos u otros, los descendientes de los antiguos pueblos con cultura greco-romana-cristiana anteriores al establecimiento musulmán, continuaron organizados y de forma gradual, fueron recuperando terrenos que antaño les habían pertenecido. A este periodo se le conoce internacionalmente como La Reconquista.

Transcurridos varios siglos de vacío político, el latín en Europa a duras penas subsistía más que como lengua estrictamente «legal», ámbito en el que la Iglesia influía notablemente, por lo que en ocasiones se confundía con lo religioso
 
Mientras tanto el pueblo, poco a poco, lo había ido adaptando a sus circunstancias y necesidades locales, sin ningún orden ni criterio . Fueron las entidades políticas que se fueron estableciendo las que, de forma similar a Roma, establecieron con el tiempo sus criterios lingüísticos oficiales (Alfonso X, 1252-1284), aunque no en todas partes se siguió el mismo modelo regulador.


La principal necesidad de los habitantes europeos se puede decir que consistía simplemente en poder vivir bajo cierto nivel de seguridad y comodidad. Por este motivo las poblaciones se reunían en las inmediaciones de las fortificaciones de los señores feudales.

La importancia pues del lugar de nacimiento, era determinante para la persona ya que marcaba completamente su futuro (de forma mucho más acentuada que en el mundo globalizado actual). En este marco se encuadran algunas teorías del concepto original de nación, que consistiría en la necesidad de la existencia de un entorno favorable al desarrollo social y cultural  de la persona desde su nacimiento, en clara analogía a la dependencia de la tribu.

Quien fuera el monarca y cualesquiera que fueran los símbolos que utilizase, era lo de menos mientras lograra dicho objetivo. De forma muy similar a lo que Roma consiguió otorgando la ciudadanía a los habitantes de aquellos pueblos cuyos dirigentes, no ofrecieran resistencia. Sin embargo, la dependencia y adoración hacía los símbolos tribales se comenzaría a dar en la medida se relacionase con la protección de la tribu o «nación» (en su sentido primitivo), llegando con el tiempo a convertirse en algo cercano a lo místico. La lengua tuvo que ser parte de este fenómeno, siendo las lenguas de los monarcas las variantes del latín que debido a su mayor prestigio, predominaran.

Mientras tanto, durante todo este periodo y antes de la expulsión de judíos y moriscos, en la península convivieron, se mezclaron y surgieron, nuevas variantes del latín con influencias del vasco, el árabe y las lenguas germánicas. Todo en una continua transformación e influencia mutua.

Con arreglo a estas premisas, se fueron configurando desigualmente «naciones» en forma de monarquías feudales. Estas, debido a su sistema rígido de formación y sucesión, además de todo tipo de enfrentamientos y disputas entre miembros de la nobleza, evolucionaron al capricho de los designios fortuitos del destino.


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martes, 18 de diciembre de 2012

Naciones hijas de Roma

martes, 18 de diciembre de 2012

Roma (hace 2000 años)

castilla-y-leon-el-acueducto-de-segovia-l4[1]Fueron necesarios unos tres siglos para que Hispania fuera enteramente Romana. Durante este tiempo algunos pueblos se resistieron con energía, sin embargo, muchos otros encontraron que les resultaba más conveniente realizar ciertos pactos y aliarse con Roma.
Esta situación podría explicarse gracias a dos factores principales: 1) Por un lado, el enorme poderío militar romano que provocaba que cualquier pueblo se lo pensase dos veces antes de enfrentarse a su poderosa máquina bélica. 2) y por otro, Roma había absorbido de la cultura clásica griega el concepto político de ciudadanía. Los pueblos vencidos en combate pasaban a formar parte del mercado de esclavos en la que Roma basaba gran parte de su sistema económico, pero los que adoptaban la cultura romana y se integraban en el imperio, pasaban a ser nuevos ciudadanos romanos de pleno derecho.
Con esta táctica de otorgar la ciudadanía romana a aquellas poblaciones que aceptaran integrarse en Roma, lograron que paulatinamente toda Hispania se convirtiera en una provincia más. Debido a esto, sus ciudadanos fueron adoptando el latín como lengua y las antiguas tribus fueron romanizadas, asimilando parte de su cultura al mismo tiempo (como ocurrió con Grecia).
Se puede observar que a pesar de poseer suficiente capacidad para barrer militarmente a un pueblo (como así hicieron en algunos casos), la oferta de integrarse en igualdad con el resto de romanos se podía considerar de una enorme generosidad. Puede intuirse con esta circunstancia que el grado de voluntariedad en la aceptación de un mayor poderío militar y cultural, y la identificación con el nuevo poder político además de la percepción de legitimidad que ofrezca este, influye notablemente en la absorción de la cultura invasora y en el grado de preservación de la nativa.

Naturalmente, hay una excepción. No toda la península fue asimilada y romanizada. Lo que actualmente recibe el nombre de País Vasco, se mantuvo aislado de los acontecimientos que en los siglos posteriores iban a sucederse.
No obstante, esta circunstancia no ha sido explicada con el suficiente detalle, por no hablar de cierto tabú. Los nacionalismos que surgirían a finales del S. XIX y principios del S. XX, tan vigentes hoy en día en pleno S. XXI, se caracterizaron por reinterpretar todos esos siglos para amoldarlos a sus propios intereses (falacia del historiador)
Los vascones originales, fueron uno de los primeros pueblos en evitar el enfrentamiento con Roma, constituyéndose como aliados suyos y abrazando con profusión la cultura romana. Hay que aclarar que este pueblo no ocupaba el territorio que actualmente corresponde al País Vasco, sino el de Navarra y parte de Aragón. Fue siglos después, cuando parte de aquellos vascos originales se retiraron por motivos desconocidos (falta de adaptación, renegados, necesitados de la protección imaginaria de la tribu, etc.) hacia el territorio montañoso que hoy se le conoce por tal nombre, en donde pudieron aislarse de la cultura greco-romana, que a la postre estaba llamada a moldear el mundo.

Las naciones (hace 1000 años)

58616_157402630939543_100000094205543_526907_1932136_n[1]Es difícil conocer qué sentirían los antiguos europeos tras los siglos que sucedieron a la caída de Roma. Se puede afirmar que el ser humano seguía siendo el mismo que aquellos antiguos cazadores-recolectores, los cuales día a día se forjaban un futuro que para ellos no tenía mayor horizonte que el próximo amanecer. Se puede suponer por tanto que desde lo más profundo del ser humano, retornaba de nuevo aquel mismo sentimiento de desprotección que movió a las sociedades primitivas a organizarse alrededor de tótems.

Sin embargo, salvo el reducto Papal, con Roma tan sólo existente en la memoria  y con una Europa perdida y dejada al capricho de bandidos, piratas y señores feudales ansiosos de poder y gloria, se tuvo que partir de una situación muy distinta con la que Roma se encontró en su momento.

Las tribus bárbaras del norte, que hasta ese momento habían mirado con asombro la magnificencia de Roma, ahora podían entrar en los territorios que antaño la formaban sin relativa oposición. Los habitantes europeos, de cultura greco-romana todavía (con el latín como lengua y de religión monoteísta), recibieron a estas tribus fusionándose con ellas y creando un nuevo concepto de organización social que marcaría la evolución política del mundo hasta nuestros días: la nación.

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sábado, 15 de diciembre de 2012

Ensalada de lenguas

sábado, 15 de diciembre de 2012
¿Qué ocurre con los idiomas en la península Ibérica? ¿qué significa hablar catalán «en la intimidad»? ¿hablan portugués los gallegos, o hablan gallego los portugueses? ¿que pasa con el catalán y el valenciano que hasta hay peculiares sentencias judiciales? ¿se habla castellano o español? ¿es el andaluz un idioma?

Para comprender el origen de todas estas cuestiones es necesario armarse de una buena objetividad, y desprenderse de todos aquellos tópicos y tendenciosas comprensiones de la Historia, modificada y manipulada la mayor parte de las veces por intereses muy alejados de la precisión académica. Hasta la misma tradición universitaria ha acabado condicionada por intereses políticos, sucumbiendo al partidismo general, prácticamente omnipresente en la sociedad.

Es importante establecer un punto de partida adecuado, sorteando aquello de «¿qué fue primero, el huevo o la gallina?». Por tanto, se entiende que hay que volver atrás en el tiempo, al punto mismo en el que no existían ni naciones, ni lenguas.

Índice

  1. Los primeros balbuceos
  2. El nombre de las lenguas
  3. La lengua franca
  4. Roma
  5. Las naciones
  6. Llegan los barbaros
  7. Hablando en cristiano
  8. La Reconquista: de aquellos polvos, vienen estos lodos
  9. Los siglos de oro
  10. La unidad de La Corona
  11. Los nacionalismos
  12. El futuro lingüístico

Los primeros balbuceos(hace más de 100.000 años)

Independientemente de cuál fue el momento y lugar preciso en el que la especie humana comenzó a emitir sus primeras palabras, nos basta ahora mismo con ser conscientes de que con estas, los seres humanos primitivos fueron capaces de expresar ideas abstractas, más allá de las meras necesidades animales. Parece suficiente con suponer que en aquellos momentos, cada tribu utilizó los sonidos que mejor les parecieron con los que representar e identificar a sus temores, sus necesidades, y sus virtudes.

El nombre de las lenguas

Aunque puede parecerlo, determinar el  momento a partir del cuál estos grupos comenzaron a ponerle un nombre a su propio lenguaje no es tan evidente.  Es decir, mientras que la tribu identificaba mediante símbolos (escritos o sonoros) lo que le era de necesidad o utilidad según sus creencias (utensilios, peligros, dioses, etc.), la perentoriedad o urgencia de hacerlo con el propio idioma se intuye que debía ocupar un segundo plano.

Se puede asumir perfectamente que las tribus de la antigüedad se identificaban con su habla, en el momento encontraron otras tribus que utilizaban un código o idioma distinto. Parece muy probable por tanto, que el habla de un grupo reconocible como tal no recibiera más nombre que «la lengua de» el grupo o tribu en cuestión (independientemente de las variantes que dentro de esta lengua existieran).

Por ejemplo, la «lengua ibera» recibe tal nombre al ser la que utilizaba dicha tribu. Pero este es el nombre que el resto de culturas e historiadores le han puesto, asociando cada tribu con una lengua. Además de la confusión que esto puede llevar, tampoco se está seguro de cuál era el nombre que el propio grupo le daba. La necesidad de denominar a una lengua apenas era necesario más que para diferenciarla del resto, ya que la lengua propia era la habitual y no necesitaba de mayor seña.

En la medida las lenguas poseen un elevado carácter simbólico como elemento de identificación tribal, provoca que las diferencias lingüísticas hayan sido la causa de enfrentamientos sociales en diversos momentos de la Historia. El contacto con otros grupos y el uso de distinto bagaje cultural, hacía tambalear la propia esencia de la tribu, símbolo máximo de seguridad y protección real que conocían. En este miedo atávico reside con toda probabilidad el origen de la xenofobia. Es necesario aún hoy en día, un fuerte componente racional para no verse sometido a su influencia.

Sin embargo, según este razonamiento no es la lengua en sí misma lo que importaba, sino su identificación con la tribu y su relación con la protección que se supone ofrecía el seno de la misma, como una extensión del útero materno. Si llegado el caso este temor al alejamiento de la tribu «de nacimiento» se superaba, la lengua no era más que una herramienta para la comunicación y con ello, un beneficio de los interlocutores.

La lengua franca (hace 2300 años)

Guerrero de Moixent. Mejor ejemplo arqueológico de guerrero íberoEn virtud de que la mayoría de los estudios apuntan a que los Iberos eran un conjunto de varias castas y grupos culturales no necesariamente homogéneos, y de los diferentes tipos de escrituras hallados relacionadas con el íbero, hay teorías que sugieren que la lengua ibera era lo que se denomina una «lengua franca», es decir, una lengua que es usada por varios pueblos o tribus con el ánimo de la mutua compresión y entendimiento. El cualquier caso, parece que en las lenguas de los pueblos que poblaban Iberia (incluyendo el vasco) se podían encontrar ciertas similitudes que sin llegar a emparentarlas, denotaban una intención de intercambio social.

El surgimiento de este tipo de lenguas interculturales o inter-tribales, viene a demostrar cómo la convivencia entre pueblos hace que tiendan a converger hacia signos culturales comunes que conviven en paralelo con los antiguos. Estos pueden llegar a ser sustituidos o no, según se desarrolle el transcurso de los siglos. Si la convivencia es pacífica y no hay otros intereses, lo natural en el ser Humano es establecer lazos culturales y de comunicación con otras tribus, etnias o grupos, simplemente si representa un beneficio muto. El miedo atávico de «separarse de la tribu» al hablar otra lengua, aunque sigue existiendo, se diluye y se transforma, al sentir la protección de algo mayor que ella misma.

No me imagino a nadie en la antigüedad diciendo cosas como «derecho a vivir en íbero», «en suevo», o cualquier cosa equivalente a la época. Sólo la enemistad por disputas por algún recurso (agua, bosques, etc.), o por intereses de los dirigentes políticos (que tanto en aquella época como tristemente aún ahora, lo son porque saben manejar y manipular a los miembros de su tribu) podría tener como consecuencia la prohibición o el rechazo a establecer algún lazo cultural con otra tribu.

Un hecho que alteró esta convivencia para bien o para mal, y que a la postre constituyó un hito fundamental en la Historia de la Humanidad, fue la llegada de los Romanos, la creación del Estado como un concepto capaz de superar definitivamente al de tribu, y la implantación de una lengua oficial como una lengua franca, que permitía la comunicación entre los pueblos que formaban la República y a posteriori, el vasto Imperio Romano: el latín.